FEBO ASOMA

 

3 de febrero de 1813. El inicio de una gesta.

 

                                                                                                                                                                                                                       Por Oscar R. Souhilar

 

 

Oscar Souhilar

“Atendiendo a los méritos y servicios de Don José de San Martín, y a sus relevantes conocimientos militares, ha venido en conferirle el empleo efectivo de Teniente Coronel de Caballería con sueldo de tal, desde esta fecha,  Comandante del Escuadrón de Granaderos de a Caballo que ha de organizarse,  concediéndole las gracias, exenciones y prerrogativas que por este título le correspondan”.    Decreto del Triunvirato – 16 de Marzo de 1812.

 

 

Sin título

 

Con este decreto, el Tte. Coronel José de San Martín queda así incorporado definitivamente al servicio de la Patria, el mismo día de su presentación al Triunvirato por el grupo de militares que formaban la Jefatura de Estado Mayor del Ejército de Buenos Aires.

La formación bajo el “plan y las reglas de la táctica moderna” del Regimiento de Granaderos de a Caballo, que se le encomendara, dándole por segundo jefe a Don Carlos de Alvear, puso en juego las grandes dotes de organizador, que tan en alto grado poseía San Martín.

Un código de honor  y rígidas e inviolables normas de disciplina establecidas, permitieron formar un  cuerpo de elite, de alta capacidad moral, con tremenda fuerza espiritual y de choque en sus oficiales  y soldados.

En enero de 1813, Montevideo se encontraba sitiada por las tropas patriotas.

Los españoles a los efectos de aprovisionarse de víveres, disponían de una flota importante que penetraba por los ríos Paraná  y Uruguay, asaltando los pueblos de la costa  y proveyéndose de ganado para alimentar la ciudad sitiada de Montevideo.

Debido a esto San Martín recibió la orden de custodiar los pueblos del Paraná desde Zárate hasta Santa Ge.

Por ese entonces once embarcaciones españolas con trescientos cincuenta hombres a bordo comenzaron a remontar el río Paraná para apresar los buques criollos que pudieran encontrar en su camino  y asaltar los pueblos del trayecto.

San Martín con dos escuadrones de granaderos (ciento veinte hombres) que había salido de Buenos Aires el 29 de Enero de 1813 controlaba el accionar de la flota ocultándose desde la costa.

El día 3 de Febrero de 1813, los españoles desembarcaron a unos veintisiete kilómetros al norte del Rosario, en un lugar denominado San Lorenzo frente al Monasterio de San Carlos. Debemos recordar que ya anteriormente los españoles habían tenido una escaramuza con el Comandante Militar del Rosario Don Celedonio Escalada que contaba con cincuenta milicianos  y un cañón, por lo que en el desembarco estaban prevenidos de encontrar alguna resistencia.

San Martín había previsto que los españoles se dirigirían a tomar algunas vacas que fueron hábilmente dispersas entre el frente del convento y las barrancas del  Río Paraná  en una planicie de aproximadamente trescientos metros apropiada para una carga de caballería.

Desde el campanario el Coronel recientemente ascendido, observaba con su catalejo los movimientos del desembarco de los españoles. Con las primeras luces del día y a la llegada de estos al lugar adecuado para la carga, justo frente al convento,  baja apresuradamente de su mirador y le dice a su antiguo amigo Mr. Guillermo Robertson Parish, que casualmente había encontrado en la zona  y acompañaba a San Martín en la ocasión  ” En dos minutos más estaremos sobre ellos sable en mano. El enemigo tiene doble número de gente que la nuestra, pero dudo mucho que le toque la mejor parte.”

“Estoy en la misma persuasión “, le respondió parsimoniosamente el sajón.

San Martín prohibió a sus soldados que disparasen un  sólo tiro durante el ataque, es más sólo doce hombres de su tropa tenían carabina los que destinó a defender la entrada al convento.

En instantes salieron por detrás del convento dos escuadrones, flanqueándolo por la izquierda el escuadrón que comandaba  San Martín  y por la derecha el que dirigía el Comandante Bermúdez. “… en un abrir y cerrar de ojos los escuadrones tomaron a todo galope contacto con el enemigo recorriendo las cien yardas (aproximadamente noventa metros) que los separaban, e iniciando con sus relucientes sables de acero una matanza que fue instantánea y espantosa. Los granaderos sufrieron una descarga de metralla de un cañón a quemarropa que volteó a sólo cinco caballos con sus jinetes. Carnicería, triunfo y persecución fueron las consecuencias del ataque llevado por las fuerzas de Buenos Aires.

La carga de los dos escuadrones deshizo rápidamente las filas de los enemigos  y en acto contiguo los sables principiaron su obra de exterminio, con tal ímpetu, que en un cuarto de hora, quedó el campo sembrado de heridos, muertos y moribundos”, nos relata Parish en su libro “Letters on Paraguay”.

Los españoles dejaron sobre el terreno 40 muertos, 14 prisioneros, 12 heridos, 1 bandera, 2 cañones, 40 fusiles  y otros implementos de guerra.

Podemos decir que San Martín estuvo en trance de perder la vida cuando la metralla del cañón derribó a su arrogante caballo bayo de cola recortada al corvejón, partiéndole el pecho. Este al caer apretó la pierna del jinete imposibilitándole todo  movimiento. En su ayuda llega el granadero correntino Juan Bautista Cabral que ata las riendas de su caballo en la montura del bayo del Coronel,  con un gran esfuerzo,  levanta lentamente al animal muerto y desembaraza a su jefe.

Cabral recibió en pago de su arrojo dos heridas mortales  también el reconocimiento de la Patria por lo que su nombre se conserva como un símbolo de heroísmo.

En ésta acción el coronel  también recibió un corte en su frente debido a la carga de arma blanca del español Zavala.

Los patriotas sufrieron 15 muertos, entre ellos el Capitán de la compañía que cargó por la derecha Justo Bermúdez y el Teniente Díaz Vélez.

Tres días después la escuadra española descendía el Paraná cargada con los heridos que habían escapado de la masacre sin obtener la provisión de víveres para la que fue despachada.

Para San Martín el triunfo de San Lorenzo tuvo un doble beneficio, el reconocimiento de la primera acción guerrera en su tierra  la limpieza de calumnias que intentaban presentarlo como un espía de los españoles. San Lorenzo lo vengó de esa  injusticia.

Con este fragmento de la historia del Libertador, se desea recordar el inicio de su gesta emancipadora.