Hagamos buena letra

La revolución de la escritura.
pintura rupestre

No se conoce una fecha definitiva del momento en el cual emergimos como especie y nos convertimos en seres capaces de resolver, de crear, de adaptar, de inventar; antes solo era el instinto de supervivencia el que nos hacia vivir. Con el tiempo, aparece un ser capaz de expresar y comunicar sus ideas, incluso utilizando y adaptando cada vez más medios.

Todos sabemos que la escritura es el método de representación gráfica de una lengua, por medio de signos grabados o dibujados sobre un soporte. Es un método de intercomunicación humana que se realiza por medio de signos visuales que constituyen un sistema.

Si bien se considera que el hombre  “habla” desde hace unos 100.000 años,  “escribe” desde tan solo 6.000. Esto significa que los hombres pudieron comunicarse y organizar sus sociedades hablando y escuchando y  lo siguen haciendo: en América Latina, por ejemplo, existen más de 500 lenguas esencialmente orales que conviven con el español. Algunas, como el quechua y el guaraní, se  hablan en el norte argentino y  para los que las desconocemos, resultan tan incomprensibles, complejas y fascinantes como el francés o el chino. La escritura no es, entonces, una necesidad universal de todas las lenguas.  Tampoco su invención se dio al mismo tiempo en todas las culturas que la usaron o la usan ni por idénticas necesidades. Lo cierto es que, una vez adoptada, la escritura se convirtió en un invento tan revolucionario y fundamental como el fuego.

Esta aventura comienza, como muchas, en los lejanísimos tiempos del Paleolítico, entre 35.000 y 18.000 años antes de Cristo. Podemos imaginarnos el fuego; alrededor, una o varias familias, hablando y comiendo. Sobre una de las paredes de la caverna, las sombras de los comensales. Entre ellas, el dibujo de animales en fuga y el de un hombre en movimiento, el cazador.

Para los arqueólogos que llegaron a la gruta, el dibujo es el final feliz de una larga búsqueda. Para los estudiosos de la  pintura, la prueba de que el arte es una actividad tan antigua como la búsqueda de refugio y alimento. Para el cazador, quizás, su conquista del día. Para los tres, el dibujo del animal es un signo, no es el animal real sino su representación. Parece fácil llegar a esta conclusión: el dibujo no es igual al animal. Sin embargo, todavía hoy sigue siendo un misterio el momento en que el cazador, con la punta carbonizada de una rama o con una piedra, decidió “transformar” su presa en un signo. ¿Lo hizo para recordar su victoria luego del banquete? ¿Porque, además de ser un alimento, el animal le pareció hermoso y digno de ser “conservado”? ¿Lo dibujó sabiendo que él mismo, como su búfalo, moriría y quiso dejar una señal para los modernos arqueólogos?

En estos lejanísimos tiempos asistimos al nacimiento del signo, no de la escritura. La escritura requerirá un largo proceso donde los dibujos se simplifiquen y se combinen para expresar ideas y donde se dejen de parecer a las cosas que representan y se parezcan a los sonidos de la lengua hablada. Este camino no es común a todas las distintas lenguas escritas: cada una inventó sus signos, los transformó y los combinó de manera particular. Y aún lo siguen haciendo.

papiro

Hagamos un salto en el tiempo. Un salto en donde nuestro personaje se convierte lentamente en agricultor y criador de animales, un salto donde cambia su relación con el entorno: el hombre deja de ser cazador y recolector y pasa a ser productor de sus alimentos. ¿Qué nuevo invento acompañará este cambio? ¿En qué se “transformarán” los hermosos búfalos de las cavernas? Imaginemos que el cazador, tal vez cansado de enfrentarse a los peligros que la naturaleza le depara, cansado de matar y de arriesgarse a morir, descubre que puede criar algunos animales y que puede plantar y cosechar algunas plantas que crecen lejos de su hogar. Podemos imaginar que está contento: ya no depende de casuales encuentros. Es probable que no abandone su vocación de pintor, pero ahora tiene otros problemas. Está pendiente del clima y de las estaciones, de los períodos de apareamiento de los animales, de donde, como y cuando plantar, de reunir o separar hembras y machos. Se pregunta cuantas semillas necesita, cuantas veces llovió, cuantas crías nacerán. Y hace cuentas. Y observa y piensa. Y ya no puede ponerse a dibujar todas las semillas que planta, las crías que nacen, los días que pasan. En vez de dibujar una oveja, hace un signo más simple –con apenas tres o cuatro rayitas– que representa a esa oveja. Con ese signo, representación gráfica que en nada se parece a la oveja real, empieza la escritura.

Y cuentan que esto sucedió por primera vez en Sumer, entre el año 6000 y 1000 antes de Cristo. En la Mesopotamia, una región del Oriente Medio comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates y entre el Golfo Pérsico y Bagdad, existió un país llamado Sumer y una ciudad de ese país llamada Uruk. En un templo de Uruk se encontraron las primeras inscripciones en tablillas de arcilla: eran listas donde se llevaba la contabilidad de sacos de cereales y cabezas de ganado. Hasta que se encuentren otros testimonios más antiguos podemos decir que la escritura nació en Sumer y que se usó, en un principio, para cuentas agropecuarias.

La escritura sumeria se conoce como  cuneiforme: las inscripciones en las tablillas estaban hechas con trozos de caña cortados en sus puntas, como si hubieran sido hechas con clavos (clavo en latín es “cuneus”). Los trazos forman dibujos sumamente simples de aquello que representan. Por ejemplo, ya no es necesario dibujar una oveja entera, sólo basta con la cabeza. Tampoco la cabeza debe parecerse a una cabeza “real” de oveja: un ángulo y un arco bastan. Ustedes se preguntarán en qué se parece esto a una oveja o cómo reconocer que el dibujo quiere decir “oveja”. Bueno, tampoco nuestra palabra “oveja” se parece a lo que nombra, y cualquier sumerio, mirando estas letras, se quedaría tan perplejo como nosotros frente a su tablilla.

La escritura nace, justamente, cuando los dibujos se simplifican y dejan de parecerse a lo que representan. Pero también nace para comunicar algo a alguien. Las tablillas eran escritas y leídas por personas que compartían un código: los escribas. Dibujos que hablan: pictogramas o ideogramas estos signos que, a diferencia de nuestras palabras, todavía conservan un poco de “dibujo” (la cabeza de oveja, por ejemplo), se los llama pictogramas. Como los signos no aparecían solos sino combinados para expresar ideas, se los conoce también como ideogramas. El significado de los ideogramas variaba según el contexto.  Hacia finales del tercer milenio antes de Cristo los acadios, pueblo de origen semita, logran dominar la Mesopotamia al conquistar los estados Sumerios del sur. En poco tiempo el acadio pasa a ser la lengua de toda esa región pero adoptando la escritura cuneiforme sumeria. La lengua acadia tenía dos dialectos, dos variaciones orales: el asirio, al norte, y el babilonio, al sur. Pero, ¿qué pasa con la antigua lengua sumeria? Pues se convierte en una lengua sagrada que sólo se usa para los oficios religiosos.

La escritura inventada por los sumerios fue tan efectiva que, hacia el año 1760 antes de Cristo, un nuevo imperio, el babilónico, también la adopta. Pero por esta época estamos bien lejos de nuestras tablillas de la ciudad de Uruk. Veamos en qué se han convertido. La escritura tuvo un nacimiento humilde: apareció como un recurso maravilloso para llevar cuentas (los especialistas hablan de los ideogramas como “muletas para la memoria”) que permitía, de paso, fijar en parte la lengua hablada (algunos ideogramas empiezan a “sonar” como las palabras pronunciadas). Luego, la escritura cuneiforme amplió sus aplicaciones y sus usuarios: sumerios, acadios, babilonios y asirios la usaron para la trascripción de sus himnos religiosos, leyes, tratados científicos y fórmulas adivinatorias. Se puede afirmar que los antiguos sumerios también inventaron la literatura con su fascinante epopeya llamada Gilgamesh,   que circulaba oralmente y en la que ya aparece el valiente Hércules, el diluvio universal y muchos de los dioses que más tarde los griegos harán célebres.

La escritura ha evolucionado a través del tiempo, fundamentalmente de dos maneras: ideográficamente: cuando se han  expresado  las ideas y fonéticamente: cuando se han representado los sonidos.

diario inglés

Si bien se considera al idioma inglés como la lengua universal, hoy en día,  incluso en medio de esta cada vez más rigurosa globalización, los hombres seguimos  poseyendo numerosos idiomas, escrituras, caracteres y  alfabetos. Mantenerlos es  lo que  ayuda a preservar las distintas culturas  y a que la humanidad no escuche siempre “el mismo sermón” aunque a veces nos llegue traducido.