LA ADOLESCENCIA

 

                                                                                                   Por Aldo Chiarella *

egresados

En 1912 una expedición francesa a cargo de un sacerdote de nombre Scheil, encontró una tablilla con una escritura cuneiforme en la mesopotamia asiática, de aproximadamente unos 5.000 años de antigüedad; era parte del código Hamurabí. Al realizar su traducción entre otros descubrimientos se descifró una reflexión que decía lo siguiente. “La juventud actual no respeta a los mayores, son abúlicos y rebeldes. Si esto sigue así la humanidad no tiene porvenir”. No cabe duda que los adolescentes tuvieron mala prensa desde aquella época. Lo que me molesta es la generalización que se hizo y se hace del tema. Por supuesto que yo conozco jóvenes irrespetuosos y abúlicos; pero también conozco  a muchos afectuosos, trabajadores, solidarios, estudiosos, sanos y bondadosos.

 

También tengo que reconocer que los adultos desatan guerras, inventan drogas y las venden, algunos son haraganes, otros son violadores o pedófilos y sería muy injusto por lo tanto para la mayoría de nosotros que tratamos de ser justos, trabajadores, honestos y éticos, que nos generalicen como se hace con los  adolescentes.

Hace mucho tiempo un filósofo inglés: Burke, dijo: “No conozco el modo de formular una acusación contra toda una generación”. Justamente de eso estoy hablando. Las culpas son tan individuales como las impresiones digitales.

Cuando finaliza la infancia, comienza la adolescencia. Durante mucho tiempo y aun en sociedades primitivas, se toma en cuenta el crecimiento físico  el funcionamiento sexual (la pubertad). Esta demarcación de límites -si se la considera única- induce a errores de interpretación y muchas veces fastidio y hasta cólera en padres y docentes. No se tienen en cuenta los cambios de humor, la pérdida del concepto de “ideal” que los jóvenes hasta hace poco tenían al admirar a sus padres a los que creían perfectos y que ahora descubren que ellos y que los mayores en general no lo son.  Además, la exigencia que no pueden satisfacer de portarse como adultos es para ellos muy angustiante. Y no pueden porque todavía no lo son.

Los adolescentes deben abandonar la seguridad de ser protegidos por sus padres, a los que ahora ven con carencias lejanas de un “super hombre” o una “super mujer”, entonces buscan resolver esas carencias en compañías no siempre positivas, en el aturdimiento y hasta en las drogas, sectas, ideologías extremas, etc.  Y por si todo esto fuera poco la adolescencia parece no tener fin; pero para nuestro consuelo parece que si lo tiene. Efectivamente termina. ¿Cuándo? Algunos psicólogos hablan de diez años. Es preferible confiar más que en una cifra; es decir cuando aparecen actitudes adultas,  por ejemplo cuando asumen roles de responsabilidad (los del mundo de los estudios superiores o la independencia que proviene de lo ocupacional). Las dificultades por encontrar trabajo o los tropiezos en los estudios terciarios dificultan (no en todos los casos) la posibilidad de dejar de ser adolescente y retardan el arribo de la adultez.

Y como si todo esto no alcanzara,  los medios de comunicación, los “boliches” y las propagandas que originan salidas insanas generan flagelos como la anorexia, la bulimia, el consumo de fármacos, el alcoholismo, etc.

Por otra parte las relaciones sexuales que a veces resultan promiscuas a veces desembocan en las llamadas madres niñas, a las que debemos agregar los padres demasiado jóvenes.  De todo esto la culpa es compartida con al incomprensión y el descuido de los adultos.

Mi posición no es apocalíptica. Todo lo dicho apunta a convencer a la sociedad que la solución está en la  EDUCACIÓN; también a desmentir y corregir la mala imagen que se tiene sobre los adolescentes, quienes finalmente son nuestro “producto educativo”. Apostemos a la comprensión, al debate familiar, al buen ejemplo, a tener siempre en cuenta que deben ser felices y sentirse acompañados y protegidos. Porque si bien es difícil ser padres de un adolescente, es –aunque no lo parezca- mucho más difícil SER ADOLESCENTE.

 

adolescente dimebag