Margarita Barrientos

vivi vila
Por Viviana Vila. Marzo 2014.-

e90e5823Porque dando se recibe…

 

Nació en una familia humilde de Santiago del Estero. Su madre sufría mal de Chagas y leucemia. Cuando ella murió, su padre la abandonó junto a sus once hermanos. Siendo pequeña viajó a Buenos Aires. Con su esposo Isidro, tuvieron 9 hijos propios y tres adoptados. Se mantenían del cirujeo, pero no obstante en 1996 decidió abrir un comedor que llamó “Los Piletones”, en el que hoy en día se sirven casi 1.800 platos de comida diarios.

 

Claroscuro: Tu historia nació en Santiago del Estero.

Margarita Barrientos: Si así es, allí es donde nací, en Añatuya, departamento de Matara, a 25 Km del pueblito.

CO: Imagino un lugar chiquito y con muchas carencias.sonrie 2

MB: Muchísimas carencias, y hoy en día es lo mismo, hay muchas necesidades. Los habitantes van cambiando porque los hijos van creciendo, pero siguen estando las mismas necesidades.

CO: Creciste allí con un papá, una mamá y muchos hermanos. Tuviste una historia difícil, sobre todo a partir de la enfermedad de tu mamá. ¿Querés contármela?

MB: Si, mi mamá falleció muy joven, cuando apenas tenía 42 años. Y ahí nos quedamos prácticamente solos, porque mi padre tenía que salir a trabajar. Él era una persona muy solicitada,  porque era un buen carbonero y entonces siempre se iba un mes, 2 meses…

CO: ¿Y vos te quedabas solita con tus hermanos?

MB: Si, yo me quedaba con Martincito que era el mayor de mis hermanos.

CO: ¿Qué edad tenías?

MB: En esos años cuando mamita falleció yo tenía 10 u 11 años y es cuando decido ir a Buenos Aires.

CO: Ahora, una mujer grande, te imagino mirando una criatura de 10 años y recordándote  a vos misma con las decisiones que tuviste que tomar. ¡Eras muy chica! ¿Vos te recordás en ese momento?

MB: Si, era muy chica. Hoy un niño de 10 años es una criatura;  antes nosotros teníamos 10 años y sabíamos hacer pan casero, empanadas para salir a vender en las canchas de fútbol. De vez en cuando corrían carreras de caballos y sabíamos salir a vender. Era como que la mente nuestra era otra cosa. Por más chicos que éramos nuestros padres nos enseñaron lo que era el trabajo; que trabajar era bueno y lindo.

CO: La vida te llevó a eso. Pero si hoy pensamos que un niño de 10 años en lugar de estar jugando o estar en la escuela, tiene que salir a trabajar, es muy duro. En tu caso, como en el de tantas personas, se vivió como si fuera lo más natural del mundo, cuando no lo es.

MB: Sí, es cierto. Nosotros lo vivíamos así. Yo muchas veces les cuento a mis hijos que nosotros no sabíamos qué día era nuestro cumpleaños, o que día llegaba la navidad. Yo supe que era navidad un día cuando mi mamita se había levantado, porque ella era una persona muy frágil, muy enferma, y ese día había amanecido bien… quien sabe si porque era navidad. Entonces ella sale a caminar por el campo y se dirige hacia las vías del tren; y nosotros con ella. Contenta mi mamá iba con nosotros, y encontró un billete de 500 pesos. ¿En ese tiempo sabe lo que era? ¡Era una fortuna impresionante! Y mi mamá me acuerdo que lo limpió porque estaba lleno de tierra, tenía barro. Con esa plata compró pan dulce y un cordero. Entonces, lo primero que yo le pregunté fue por qué íbamos a festejar una fiesta, y ahí me enteré que era navidad.

CO: ¿Qué edad tenías? ¿Te acordás?

MB: Tenía 10 años.

CO: O sea que las navidades anteriores…

MB: Nunca las habíamos festejado, jamás.

CO: Pero ni te enterabas que había una noche buena y un Papá Noel?

MB: No, no. Jamás. Nunca nos enteramos que había papá Noel, ni reyes, ni día del niño. No sabíamos que existía el día de la madre, ni siquiera nuestros cumpleaños. Hoy el cumpleaños para una criatura de 10 años es sumamente importante.

CO: ¿Margarita,  tenías documento?

MB: No. Yo me hice los documentos cuando vine a Buenos Aires,  a los 17 años, por primera vez.

CO: ¿Cuándo es tu cumpleaños?

MB: El 12 de octubre de 1961, eso es lo que dicen (sonríe).

CO: Pudiste recoger ese dato.

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MB: Si. Porque antes las mujeres parían en la casa. Tal como hizo mi mamita. Quien le salieron de testigo fueron Don Hermenegildo Herrera, que era un señor que vivía cerca de nuestra casa, y Doña Martina Burgos, que hacía de partera.

CO: ¿Y qué pasaba con la escuela? Imagino que era muy tortuoso concurrir.

MB: Para nosotros era un día de festejo ir a la escuela, porque comíamos ¿vio? Las maestras hacían mazamorra o por ahí hacían un guiso de cordero. Me acuerdo que la gente que tenía animalitos, los carneaban y los llevaban a la escuela para que ellas cocinen. Para nosotros era un día feliz, porque sabíamos que íbamos a la escuela y era un día que íbamos a comer bien.

CO: ¿Aprendiste a leer y a escribir en la escuela?

MB: Si, aprendía a leer y a escribir y cursé hasta tercer grado.

CO: O sea que tu vida cambió rotundamente con la muerte de tu mamita, como vos tan dulcemente le decís…

MB: Si, yo creo que la muerte de mi mamita me marcó a mi tanto como a Martincito para toda la vida, porque uno aprende de niña a ser mujer, y eso es algo que uno lo lleva con mucho dolor. Hay recuerdos que deseo enterrarlos en lo más profundo de mi corazón, pero siempre salen a la luz.

CO: Uno imagina que sin su mamá un chico no podría vivir nunca. De hecho sí que puede y después sigue, pero es un dolor que no debiera permitirse. Debiera existir una ley natural, digamos, que prohíba que una mamá falte en el momento del desarrollo de un niño. Cuando de nenas pasaste a mujer, con tus hormonas en pleno cambio,  ahí no estaba mamá para que vos le puedas contar de qué se trataba tu primera vez.

MB: Si, eso es cierto, usted sabe que al no estar mi mamá no había nadie a quien contarle, ni siquiera a mi papá; ya que él  a nosotros nos dejó. Yo no lo he visto nunca más, hasta que me vine a Buenos Aires y supe que había fallecido, pero él nunca más volvió.

CO: ¿Lo perdonaste a tu papá?

MB: Si. Por supuesto que sí.

CO: Tenés un corazón muy grande. ¿Pudiste entender por qué los abandonó?

MB: Siempre lo entendí. Yo siempre digo que mi papá era una persona que sufría y lloraba en silencio la enfermedad, la pérdida de nuestra madre y tal vez incluso el abandono de nosotros que nos hizo.  Mi papá era una persona que sufrió mucho y yo siempre lo perdoné y siempre lo voy a perdonar.

CO: Te casaste con Isidro. ¿Dónde lo conociste?

MB: ¿Usted sabe una cosa? Yo siempre decía: nunca me voy a casar con un santiagueño (se ríe)

CO: ¿Por qué?

MB: Y no sé… ¡Por lo dormilón sería!   A Isidro lo conocí en José C. Paz. Yo me fui a vivir con un hermano y ahí lo conocí.

CO: ¿Y cómo fue la cosa? ¿Vos lo encaraste a él?

MB: Si, si… (sonríe)

CO: Y él aflojó…

MB: Y bueno, parece que se dio cuenta que yo era el amor de su vida.

CO: Que eras una gran mujer…

MB: Nosotras las mujeres somos así ¿vio? Hacemos cosas tan importantes como tener hijos, ser madres, ser compañeras, estar en todos los momentos de necesidad, sea de nuestro matrimonio, de nuestros hijos y hoy de mis nietos. Yo creo que las mujeres somos personas que damos lucha, no nos importa nada. Y siempre digo: si hay diez cañones apuntándome, yo sigo igual…

CO: Tenés una entereza impresionante.

MB: Si, y por mis hijos o por una persona que uno quiere, no me importa el riesgo que pueda correr.

CO: Entonces, te enamoraste de Isidro y cayó rendido a tus pies. ¿Te casate? ¿Te fuiste a vivir con él?

MB: Si, me casé y hace más de 37 años que estamos soportándonos. (se ríe)

CO: Y vinieron muchísimos hijos…

MB: Si;  tengo 9 hijos biológicos y 3 hijos del corazón.

CO: ¡Qué maravilla! Todo un ejemplo para quienes no pueden tener hijos y se niegan a la adopción, por ejemplo.

MB: Si, y nosotros queríamos seguir teniendo. Y bueno, hoy tenemos dos hijas chiquitas de 9 y 10 añitos y mi hijo del corazón que tiene 19 años.

2013-09-11-10.45.29CO: ¿Cómo se te ocurrió Los Piletones? ¿Por qué desde tus más hondas carencias, empezaste a ayudar a quien tenía hambre, a un pibe con necesidades?

MB: Y bueno, nosotros empezamos por necesidad propia, porque éramos cirujas, trabajábamos en el cirujeo, a Isidro le falta el brazo derecho y no tenía otro trabajo que salir a cirujear. Y nos ayudaba la jubilación que él tenía y la pensión de madre de 7 hijos que tenía yo. Con eso –mirando a nuestro alrededor- parecía que éramos ricos ¿vio? Eran todos cirujas y salían con los chiquitos a cirujear y eso era lo que a mí no me gustaba, yo quería que los chiquitos se queden en la casa. Que los que salieran a poner el hombro sean la mujer y el hombre, porque yo siempre digo que nuestros hijos no nos piden venir al mundo a sufrir, nosotros los traemos por placer y tenemos que hacernos responsables de ellos.

CO: Y esos chiquitos todos los días se fueron multiplicando.

MB: Si, todos los días se agregaban 2 o 3;  y me acuerdo que Don Silva que era el primer abuelito que nosotros teníamos,  ayudaba a acarrear la leña y el agua con un carrito y me decía: Margarita, ya hay mucho fierro y botellas que podemos cargar, y ahí nomás me ponía el cinturón a media espalda y nos poníamos a cargar el fierro y las botellas. Él empujaba el carro y yo tiraba. Y bueno…era lindo ¿vio?  Yo siempre digo, hacer las cosas con sacrificio es lo más lindo que puede haber, porque después lo podés contar. Y si uno no tiene sacrificio, no tenés nada que contar. Hoy yo tengo mucho que contar, porque todo lo he hecho con mucho sacrificio. Me acuerdo que un día no tenía para darle de comer a los chicos del comedor, y yo me había puesto a llorar en la puerta de mi pieza, y tenía un televisor que había sacado a crédito con Isidro, y mi hijo Waltercito había llegado de trabajar, y se sentó a comer un guiso de falda que había hecho. Estaban Walter, Juancito y Oscarcito, los tres hijos varones míos, y me salió de adentro, le dije: Waltercito yo voy a vender la televisión porque mañana no tengo para dar de comer. Y Walter se levantó rápido, desenchufó la antena y me dijo: tomá mamá, véndela;  después vamos a tener otra nosotros. Y así, he vendido cosas de mis hijos para poder seguir con el comedor adelante.

CO: Con el comedor que le da de comer a tus hijos y a tantos que se van agregando porque no tienen comida.

MB: Claro, hoy por hoy servimos 1.762 platos de comida todos los días.  Yo llevo un registro de cada persona que asiste al comedor. Cada persona que retira la comida se anota por cantidad de familiares. Y sin contar los niñitos de la guardería, que son 120 que desayunan, almuerzan y meriendan.

CO: ¿Quién te ayuda económicamente? Porque todo esto tiene obviamente un costo elevadísimo.

MB: Lo hacemos la mayor parte con donaciones.  También tenemos un hogar de día para los abuelos, que se hace la mayor parte con donaciones.

1149060_637029686309380_2069658442_nCO: En todo este tiempo, ¿Cómo se ha portado el Estado con vos?

MB: Sólo el Gobierno de la ciudad nos ayuda. Hace su aporte. Y después la vamos luchando todos los días…

CO: ¿Dónde estás físicamente instalada? ¿Dónde está Los Piletones?

MB: Está en Soldati, en una puntita del parque indoamericano, y estamos entre la avenida Cruz y Lacarra. Hoy el comedor Los Piletones cuenta con un centro de salud que brinda pediatría, clínica médica y ginecología.

CO: ¿Esos profesionales, cobran?

MB: No, son toda gente que viene ad honorem y que como el comedor no pertenece al gobierno de la Ciudad ni al de la Nación, yo lo que hago es hacer convenios con las distintas universidades.  También tenemos una farmacia muy, pero muy bonita, gracias al aporte de una fundación.

CO: Vos sos una mujer rica. Sin dudas.

MB: ¡Ya lo creo! Porque las personas no son ricas cuando tienen dinero. La riqueza está en el alma. Cada gesto recibido de alguien que no tiene, aumenta mi riqueza.

CO: Se te nota feliz.

MB: Es que soy una mujer feliz. A pesar de los problemas y las carencias, porque no dejo de vivir aquí en Los Piletones. Pero como a mí me gusta vivir aquí, vivir como vivo y estar como estoy, soy una mujer inmensamente feliz.

CO: Un placer haber charlado con vos y poder acercarte a nuestros lectores. Sos un verdadero canto a la vida.

 

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