FORUM SOCIAL MUNDIAL NAIROBI- KENIA

 

 

REFLEXIONES DE UN ESPECTADOR CULPABLE

M. de P. de Mayo y claudio
Por Claudio Reccia. Derechos Humanos de Mallorca.

 

 

            Las jornadas del Forum han terminado. Aunque debiera decir lo contrario;  la tarea deberá  comenzar. Tarea  ímproba, dura y cargada de incertidumbre. Hace instantes el avión  aterrizó en el aeropuerto de Zürich, procedente de Nairobi. En pocas horas pasamos de un mundo a otro, diametralmente opuesto.  Este parece tan irreal, que uno cree estar aun  dormido,…hasta que la bofetada de la realidad nos despierta abruptamente.

No es esta  “realidad”, sino la evocación mental de la Otra, la que yace inmóvil a 8.000 kilómetros de distancia, en suelo Africano.  Una REALIDAD social intolerable, cruel  y tan inconmensurablemente difícil de resolver como ilimitado es el horizonte de las sabanas africanas.

misery

El haber conocido los Slums de los suburbios de Nairobi, Kenia y Korogocho fue una experiencia que permanecerá marcada a fuego en lo más profundo de mi  alma, hasta el fin de mis días.  Un mundo Dantesco en el  vientre  de un continente dantesco pero REAL. Y cuando digo esto, entiéndaseme bien; no hay exageración en las palabras.

En los días compartidos en el Forum Social, tuve ocasión de conocer a un Sacerdote Comboniano, el Padre Zanatelli.  Hombre anciano ya, pero con una vitalidad interior digna de aquellos que durante su vida no solo trabajaron con las manos, sino además, con el corazón por sus convicciones personales. Este hombre había vivido en  uno de los Slums, (villorrios miserables), de las afueras de Nairobi, doce años. Como compartíamos con él y su congregación el alojamiento, trabamos una cierta amistad, que con los días derivó en una invitación a visitar  los Slums de Korogocho y Kibera. De no ser así, hubiera sido muy difícil penetrar en la zona  y conocer lo que conocí. Le estoy profundamente agradecido. Hay ocasiones en la vida, que uno agradece desde el dolor, aunque le resulte insoportable.

Si bien el último día de las jornadas del Forum, se organizó una travesía fugaz por el interior de uno de ellos, (con custodia y vigilancia policial -militar),  solo fue un sector, el “más decente”, como suele hacerse en las visitas protocolares.

Kibera

Una mañana, el y yo nos acomodamos como pudimos en una desvencijada furgoneta, (que llaman Matatu), que intenta ser un transporte público, junto a otros 15 pasajeros. En condiciones civilizadas entrarían,  a lo sumo,  9 personas.

La temperatura exterior e interior superaba al caos reinante en la “carretera” que nos llevaba hacia los suburbios.

Mientras el Padre conversaba en Swajili, (lengua local), animadamente con los pasajeros, yo miraba hacia fuera, intentando comprender lo que mis ojos veían. Por doquier, multitud de personas deambulaban con destino incierto. Una incesante marea humana en movimiento.

Unos se detenían brevemente debajo de la sombra de un árbol, y luego continuaban caminando.

Otros se acercaban a unos pequeños tenderetes, (bajo un sol inclemente), y luego de gesticular unos instantes, emitiendo para mi palabras ininteligibles,  se iban… ¿hacia dónde?…

Luego me enteré que sus días transcurren en un incesante intento de comprar o vender cualquier cosa que permita conseguir unas monedas, una fruta, o los objetos más diversos.  Todo sirve cuando no se tiene nada.

El día, con sus horas cargadas de miseria, incertidumbre y  desesperanza debe agotarse lo antes posible, sabiendo que el siguiente, indefectiblemente, será igual, siempre igual, hasta la agonía.

La noche solo traerá otra faceta de esta realidad tan cruel. Alcohol, drogas, sexo enfermo, muerte en los callejones…..nunca descanso. La miseria no reposa jamás.

Llegados a un punto, descendimos de la furgoneta, pudiendo respirar a pleno.

Ante los ojos se extendía, inabarcable, una sombra obscura, de formas inciertas y sin color alguno.

Comenzaba el Slum de Kibera.

Korogocho,

Si podemos concebir un hormiguero humano en la tierra, nos aproximaremos a la realidad.  Chozas miserables apiñadas una junto a la otra  en sucesión interminable. Miles y miles.  Pequeñas e informes.  No más grandes que un cuarto de baño europeo. Cartones, latón, maderas, plásticos ensamblados en trozos, ramas secas, lienzos inmundos, vestigios imposibles de adivinar en un destino anterior. Todo servía. Todo, todo. Una abertura, al frente,  era utilizada como entrada a una garganta obscura como la noche.

En  una de ellas pude vislumbrar  objetos indefinidos de uso doméstico. Latas y bidones para juntar agua, sumado a trapos y  algún otro enser.  Nada más.  Los que poseían una parte de estas “casetas” tenían “vivienda”, el resto, los más, vivían en  los espacios públicos durante las 24 horas.

En medio de una hilera de chabolas, un callejón estrecho, lo suficiente para pasar andando, en el que se vertían fluidos de toda índole, con destino incierto.

El suelo que pisábamos, inmundo y resbaladizo, nos hundía hasta el tobillo, por momentos, haciéndonos trastabillar. Veía delante de mí la figura de este noble anciano, abrumado por los años y por tantas batallas interiores, avanzar  lentamente.

De todas las chozas salían a saludarle. Mujeres viejas, hombres gastados por el sol y las necesidades, niños semidesnudos confundidos con el lodo en el que jugaban…

Sus manos negras apretaban afectuosamente a las pálidas del anciano sacerdote.

Invariablemente pronunciaban el saludo de bienvenida en swajili, (que no recuerdo), al que él respondía con una sonrisa. El había formado parte de su mundo. Pertenecía aun a el por los lazos del recuerdo. Había asistido a muchas de esas mujeres en sus acontecimientos cotidianos. Bautismos, funerales, pleitos, alumbramientos desgraciados y enfermedades sin remedio. En mi caso era diferente. Yo era el “extraño”.

Sus miradas no disimulaban hostilidad y un cierto desprecio hacia el “blanco”. Por momentos, incluso, sin comprender su lengua, intuí de parte de los más jóvenes, frases despectivas. Yo nada tenía que hacer en su mundo. Lejos de incomodarme, sentí profundamente que tenían razón.

Una mezcla de vergüenza, culpa  e impotencia llenaba mi corazón y ocupaba mis pensamientos.

Yo también me sabía parte “del sistema Globalizado”, que hacía posible que estas condiciones socio-económicas miserables hasta el límite de lo tolerable, no se modificaran. De nada servía argüir que  una parte  de la situación era intrínseca a su propia responsabilidad.

Ensimismado en mis pensamientos perdí la noción del tiempo, hasta que una palmada en el hombro me  impulsó a caminar. Nos internábamos por estrechos pasillos en sombras,  rozando paredes de latón oxidado,  graffitis y dibujos obscenos. Única decoración en un mundo informe y carente de color.

Aquí y allá mujeres cocinando “algo” en latas cubiertas de hollín  sobre fogones improvisados.

Humo y olores se confundían en el aire, siendo imposible identificarlos.

mas de lo mismo.

Todo se hacía afuera. El “adentro” solo era para la noche. Y la noche, una bocanada de tinieblas difícil de explicar.

Salimos a un espacio amplio, límite de un barrio. Horizonte infinito de basura e inmundicias.  Cabras, niños y adultos  revolviéndolos. Una marea humana agitándose infructuosamente, buscando,…..buscando.

Sentí  a mi corazón latir muy lentamente, y por un momento creí desfallecer. La voz de mi compañero y guía  me recordó que ya era tarde, nuestro tiempo se había acabado. No recuerdo cuantas horas transcurrieron.  Ni me importaba.

Desandamos el camino, ahora por la periferia. A lo lejos se veían las torres del centro de Nairobi.

Edificios ostentosos, indecentes. Un insulto a la pobreza circundante. Sus hermosos jardines y viviendas amuralladas  se burlaban de esta otra realidad, desafiándola. Allí el agua no faltaba,  aunque su coste fuera mayor que la gasolina. Construcciones sólidas y modernas, sede de las empresas Multinacionales. Oficinas y laboratorios farmacéuticos, europeos y americanos.  Cuidados sistemas de seguridad  al servicio del dinero.

Letreros luminosos en la noche africana anunciando a los cuatro vientos su presencia. Nombres muy conocidos internacionalmente.

Todos trabajando muy duramente para paliar las necesidades sanitarias de esta sociedad sufriente.

Quien haya visto la película “El jardinero fiel”, años atrás, filmada justamente aquí, denunciando las actividades “non santas”, de algunos de estos laboratorios, comprenderá mis palabras.

Años pasados hubo un escándalo de alto nivel con uno de estos laboratorios, que utilizaba inescrupulosamente a las personas nativas para sus experimentos y prácticas medicinales, muchas veces con la connivencia de entes gubernamentales corruptos. Un escándalo rápidamente silenciado por el excelente profesionalismo jurídico de los abogados de esta empresa, y por la generosidad de sus cuentas bancarias.

Pero es justo decirlo.  Los resultados obtenidos en la investigación de estos medicamentos siempre tienen como destino final mejorar “nuestra calidad de vida”, especialmente la del Primer Mundo. Por eso estas empresas se radican en los países pobres y subdesarrollados, para estar más cerca de las fuentes del sufrimiento y las necesidades e inmediatamente acudir  en su ayuda.

Amigos, semejante esquizofrenia social solo es posible comprenderla a la luz de un Primer mundo enfermo, no ya del cuerpo, sino del alma. Y para esta enfermedad no alcanzan las medicinas descubiertas o por descubrir.

Africa,niño refugiado de Somalia

Cuando alguien se está muriendo de hambre y sed, de enfermedad y analfabetismo, de abandono y desesperanza,……de envilecimiento interior y exterior, las palabras enmudecen, los pensamientos se  paralizan.

Son un agravio, no solo para  la Naturaleza Humana sino para todo el Universo.

El primer y ontológico Derecho de todo ser humano es el de la Vida. La Muerte no necesita Derechos Humanos.  Es Juez inapelable.

Si por un instante les  aparece un asomo de dudas, quizás, ante estas palabras, observen  las cifras, (como decía el Principito de Saint Exupery), que a la mayoría de los hombres inspiran respeto. En este caso, vergüenza:

– Las estadísticas de VIH /SIDA, nos dicen que  en el mundo hay 34 millones de enfermos, de los cuales en África 24 millones.

– Cada día mueren, solo en Kenia, 500 personas de VIH /Sida.

– En el continente Africano, sobreviven 300 millones de personas  con menos de 1 dólar al día.

– Paradójicamente el continente africano aporta el 46% de los diamantes del  mundo, el 32% del oro, el 11% del petróleo, el 75% del cobalto, el 20% del uranio, que por supuesto tienen como destino final colaborar en el crecimiento y desarrollo económico de los países desarrollados.

– Por otro lado desde hace una década, los 21 países más desarrollados del planeta han recortado sus aportaciones al Tercer Mundo en un 24%, mientras que los mercados financieros de EE.UU. y Europa han crecido en  más del 72% en menos de cinco años.

– En Nairobi, capital de Kenia,  existen varios Slums, (villorrios), en dos de ellos, el de Kibera,  “viven” 800.000 personas, y en el de Korogocho, casi 1.000.000.

– En ellos, hay 1 letrina inmunda cada 200 habitantes, por lo cual se ven obligados a defecar en bolsas de plástico, que luego se tiran afuera,  generando todo tipo de epidemias.

– Juntos a otros villorrios miserables suman el 62% de la población de la capital, pero viven hacinados en el 5,2%  de su  territorio.

– El 55% de su población es portador de VIH,  entre  7 y 22 años de edad.

– En Uganda han quedado 1.500.000 de  huérfanos, solamente a consecuencia del VIH/Sida, sin contar las víctimas de la guerra.

– Una de cada tres personas en el mundo, no tienen acceso a medicamentos esenciales.  En el caso de Africa,  de cada  6 personas 5 no tienen acceso a ellos.

– Enfermedades como la Hepatitis A, el Paludismo, la Fiebre Tifoidea, la Lepra, la Salmonella, el Tifus, etc., proliferan  a sus anchas en los poblados africanos, sin que las personas puedan acceder a tratamientos y medicación adecuados, salvo casos afortunados.

– Mientras estábamos en Nairobi, el periódico anunciaba que en esa semana se habían producido 5.000 casos de meningitis.

– En la R. D. del Congo, en una zona llamada Mbuji-Mayi, los ingresos anuales procedentes de la extracción de diamantes, asciende a 400 millones de dólares pero sus pobladores viven en la  más absoluta de las miserias,(sin  acceso al agua, sin electricidad, educación ni medios asistenciales).

– En este mismo país, el 71% de la población  padece desnutrición.

– En  los países del “tercer mundo”, 1.200 millones de personas carecen de acceso al agua potable; mientras en Europa el consumo promedio es de 250 a 380 litros por día/persona, en África  no alcanza a 2,02 de líquido no-potable.

Podríamos llenar páginas enteras interrumpidamente, de estadísticas e informes similares y aun peores, no solo de esta parte del mundo, sino de otros. Pero lo dejaremos aquí.

Todos los asistentes  al Foro coincidieron en expresar, que  actualmente, la región más pobre del planeta es el continente Africano.

Se han dado cita en este espacio  planetario todas las problemáticas  socio-ambientales imaginables en la peor de las pesadillas de ciencia-ficción. Pobreza,  hambre, enfermedades y epidemias, guerras étnicas y políticas, analfabetismo, carencia de  agua y desertificación territorial, contaminación ambiental a causa de los deshechos tóxicos y nucleares  vertidos o almacenados por las empresas multinacionales en connivencia con las estructuras corruptas de los gobiernos locales, etcétera,……etcétera.

No alcanza con decir, cómodamente instalados bebiendo un café,  que todo esto es consecuencia de las políticas Neo-liberales  europeas y americanas, y de la tan mentada Globalización.

Pasado y presente se conjugan  de tal manera que solo cabe esperar un futuro incierto y lleno de malos presagios, si la realidad actual no da un giro de 180 grados.

Deberíamos recordar, (sabiendo que las Culturas que “olvidan” por conveniencia circunstancial,  trozos fundamentales de su pasado, menoscaban su historia), que entre los años 1878 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, el 84% de las tierras del planeta estaban directa o indirectamente bajo el dominio de un país occidental. Y que entre los siglos XVI y XIX los barcos europeos transportaron entre once y trece millones de esclavos africanos hacia sus Colonias de América y el Caribe.  Por lo cual, África, (que se estima que  en el 1600  tenía una población de unos 113 millones de habitantes), pasó 250 años sin crecimiento demográfico, llegando al  año 1850 con 102 millones de pobladores en su territorio. En el mismo período de tiempo, la población del resto del mundo, se duplicaba.

Slam de Kibera,Kenia

Tampoco es suficiente con  rememorar los acontecimientos históricos del último siglo expresando en el papel  las consecuencias directas de una “descolonización”fraudulenta de los territorios ocupados durante siglos de políticas socio-económicas  inmorales en el más amplio sentido del concepto.

No, amigos, no alcanza ni por asomo, con  asistir a nuestras reuniones socio-culturales,  educativas,  políticas, (en todas sus vertientes), económicas y confesionales y debatir acaloradamente el tema.

Ni cambiar el canal de la TV cuando vemos imágenes de la realidad que nos sumergen en la más profunda de las tristezas, al comprender que lo que observan  nuestros ojos no  son escenas de una película de horror, sino la descarnada actualidad.

O en el mejor de los casos,  sentirnos íntimamente apesadumbrados por imágenes de  esa Otra  realidad terrible, (que al otro día es olvidada por la secuencia de los acontecimientos cotidianos que nos  llenan la vida).

Lo que urge, lo inmediato, es hacer ALGO. Y para HACER ALGO no alcanzan las buenas intenciones.

Necesitamos ser CONCIENTES de que mientras  una quinta parte del planeta  consume y despilfarra inmoralmente, la otra cuarta parte no puede satisfacer sus necesidades básicas para sobrevivir.

Las estadísticas, siempre fastidiosas  e incómodas para nuestras “buenas conciencias”, nos recuerdan que con lo que diariamente le sobra a un europeo o a un norteamericano, podrían alimentarse  cinco personas del Tercer Mundo.

Debemos ser CONCIENTES que África agoniza social, económica y culturalmente como consecuencia de sus “males interiores”, políticas corruptas, economías paupérrimas, falta de infraestructuras y adversidades naturales, tales como la desertificación y la falta de agua en amplias zonas del territorio). Es cierto.  Pero no es menos cierto que su situación pone de manifiesto  el verdadero rostro de Europa y sus miserias subyacentes.

Todos somos espectadores culpables.

Si no abandonamos nuestras butacas y subimos al escenario de una vez por todas, la obra acabará convirtiéndose en una tragedia.

            Y el telón nos cubrirá a todos.